sábado, 10 de enero de 2009

Discursos:


Poco tendría que añadir a lo que ha señalado el doctor Castello. Creo que la suscripción de estos dos convenios, el primero sobre “Asistencia para la Rehabilitación de la Producción Agropecuaria en el Departamento de Pasco” y para el desarrollo de un programa nacional de preparación ante las emergencias de origen climático en el sector agropecuario y, el segundo más específico sobre la acuicultura para la seguridad alimentaria en beneficio de las comunidades aguarunas y huambisas en el Alto Marañón, expresan dos voluntades convergentes. La primera, la voluntad del Gobierno y de la sociedad peruana de combatir la pobreza, generar capacidades productivas endógenas en los sectores más marginados de la economía nacional y proteger a los sectores más vulnerables frente al cambio climático, que son vulnerables o más vulnerables, entre otras razones y, principalmente, porque son pobres y porque son excluidos.
Esa voluntad política del Gobierno y de la sociedad del Perú, en el ámbito del sector Relaciones Exteriores, se expresa en la diplomacia social.
Como ustedes saben, las relaciones internacionales actúan sobre todos los ámbitos de la realidad. Hay una diplomacia cultural, hay una diplomacia económica, hay una diplomacia política de seguridad; y tenemos una diplomacia social, porque la política exterior defiende esencialmente los intereses nacionales esenciales con una visión de política de Estado.
Y, en un país con las características del Perú donde más del 50% de la población es pobre y más del 24% de la población vive con menos de dos dólares diarios por ser extremadamente pobres, es obvio que uno de los intereses nacionales centrales es promover el desarrollo económico con equidad social. Y disminuir la pobreza, para que la sociedad sea más cohesionada, para que eso nos de más seguridad y para que ello nos genere mayor competitividad en el escenario internacional.
Hay esa voluntad de la Cancillería para ejecutar la diplomacia social, con una visión integrada y coordinada con los otros sectores de la administración, especialmente aquellos que tienen que ver con las políticas de desarrollo social, salud, educación, vivienda y nutrición.
Pero ésta es una de las voluntades que concurren. La otra es la de la FAO y la de la comunidad internacional, que definen sus programas de cooperación justamente en esta línea de contribuir al combate a la pobreza generando capacidades productivas y combatiendo la vulnerabilidad de las poblaciones más pobres, a los efectos del cambio climático no solamente en sus vidas, no solamente en las condiciones de su existencia de sus familias sino también de prevenir los impactos tremendamente negativos que el cambio climático como la sequía o el friaje pueden traer en sus economías familiares de subsistencia.
Hay esta feliz convergencia, entonces, de la voluntad de la FAO y de la voluntad de la diplomacia social para trabajar de manera conjunta en aliviar la pobreza y proteger a los más vulnerables de los desastres naturales.
Quisiera referirme muy brevemente a los dos proyectos. En relación con el proyecto de asistencia, rehabilitación agropecuaria en Pasco y de ayuda para obtener respuestas más permanentes a los efectos negativos del cambio climático, quisiera señalar algunos datos de lo que es Pasco para que sepamos cuál es el impacto que este proyecto tiene en la actual situación.
El Perú, en general, es un país que se le puede caracterizar como un Estado de renta media, con un desarrollo humano de nivel mediano. Pero hay ciertas zonas del Perú que no tienen esa realidad y que tienen un nivel de desarrollo humano de los más bajos del mundo comparables con las situaciones de existencia que se da en los países menos avanzados, en los países más pobres del mundo.
Es el caso, por ejemplo, del departamento de Pasco. El ingreso per cápita de toda la población en Pasco, según la encuesta nacional de hogares del INEI al año 2001, era de 60 dólares al mes, siendo el promedio nacional de esa época de 100 dólares. El 66% de la población en Pasco se encuentra en situación de pobreza, 33% en situación de extrema pobreza, es decir con 2 dólares o menos de 2 dólares para subsistir diariamente. Es un departamento minero y es un departamento agropecuario, pero, además, por esas condiciones de pobreza y de pobreza extrema, la mayoría de la población, el 66%, no sólo tiene que hacer cotidianamente frente a las condiciones de la subsistencia que se derivan de la pobreza, sino que tiene que sufrir las consecuencias del cambio climático; y el año pasado sufrieron las consecuencias de manera grave en el ámbito de la sequía y de las heladas.
Este proyecto con la FAO está dirigido a buscar recuperar sus pequeñas microeconomías familiares y, al mismo tiempo, a paliar las consecuencias negativas del cambio climático y generar una visión de prevención que no los encuentre tan vulnerables cuando los efectos de la sequía y el friaje regresen.
Dentro de la diplomacia social con la FAO y el Sistema de las Naciones Unidas y con los sectores sociales, especialmente el MIMDES, nosotros articulamos el año pasado toda una estrategia de cooperación internacional para asistir a las poblaciones afectadas por el friaje y por la sequía. Este año nosotros también hemos aprendido la lección y por eso estamos trabajando en el tema preventivo y la FAO va a seguir colaborando con nosotros, ya no para combatir los estragos y las consecuencias sino para evitarlos o para minimizarlos.
El otro proyecto está focalizado en Alto Marañón, específicamente en la provincia de Condorcanqui y el distrito de Imaza en Bagua. Se va a ubicar en una zona aproximada de 30 000 km2 y va a beneficiar a un número importante de familias; 150 familias huambisas y aguarunas se van a beneficiar con este proyecto.
Es un proyecto que se ejecuta en el marco del Plan Binacional Peruano-Ecuatoriano y, en ese sentido, tiene también un componente de paz, de buena vecindad y de desarrollo social y económico conjunto en la zona fronteriza peruano-ecuatoriana.
En esta zona donde se va a aplicar este proyecto de acuicultura, la idea es iniciar una estrategia de seguridad alimentaria. Pero, además, como lo ha dicho el doctor Castello, de hacer acuicultura utilizando los recursos de la zona, las tecnologías de la zona y la capacidad empresarial de los propios pobladores. El ingreso familiar mensual en estas comunidades aguarunas y huambisas es de 12.7 dólares al mes, y la población infantil adolece de índices crónicos de desnutrición, lo que nos muestra el impacto real que este proceso va a tener no sólo en la generación de condiciones de dignidad en materia de generación de empleo a través de la acuicultura, sino en términos de mejorar la calidad de vida de peruanos y peruanas como aquellos que por familia tienen al mes 12.7 dólares de ingresos.
Por esa razón, yo agradezco muchísimo a la FAO, al doctor Castello, que tiene un compromiso muy efectivo con los planes y programas de este intercambio a nivel internacional y muy particularmente con su ejecución en el Perú dentro de un enfoque de cooperación participativa, interactiva, con sensibilidad, con criterio social, con eficiencia y con diseño técnico de alta calidad.
Muchísimas gracias, y esperemos que a través de la ejecución de estos proyectos se cumplan plenamente estos objetivos.